El brillo de Hollywood se nubló con una sola publicación. En una mañana cualquiera, los inversores despertaron con un anuncio inesperado: Donald Trump, a través de su red Truth Social, propuso imponer un arancel del 100% a las producciones cinematográficas realizadas fuera de Estados Unidos. La bolsa de Nueva York no tardó en reaccionar: las acciones de Netflix cayeron un 4%, Disney un 3%, mientras que Warner Bros., Paramount y Comcast también sufrieron pérdidas, aunque en menor proporción.
La medida, justificada por Trump como una forma de “proteger a la industria cinematográfica nacional”, surgió tras una reunión privada en Mar-a-Lago. En la mesa estaban el actor Jon Voight, padre de Angelina Jolie, y empresarios cercanos al expresidente. Según Bloomberg, se discutieron los incentivos fiscales que muchos países ofrecen a Hollywood para atraer rodajes. Para Trump, esto constituye una amenaza al “empleo y la creatividad estadounidenses”.
Una industria global bajo presión
Durante años, Estados Unidos ha dominado el entretenimiento mundial, pero la producción no siempre se queda dentro de sus fronteras. Lugares como Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda o República Dominicana se han vuelto destinos frecuentes por sus beneficios fiscales y costos operativos más bajos. Películas taquilleras como Avatar o series como Stranger Things han aprovechado estas ventajas.
Pero ahora, con la amenaza de un arancel del 100%, muchas productoras enfrentan una encrucijada: ¿seguir filmando en el extranjero y asumir sobrecostos, o volver a filmar dentro de EE.UU. y renunciar a beneficios fiscales?
La incertidumbre no se ha hecho esperar. Aunque la Casa Blanca no ha dado detalles sobre cómo se aplicaría la medida, su impacto psicológico fue inmediato. La caída en acciones no es solo un reflejo económico, sino también político. En plena campaña electoral, Trump vuelve a poner el nacionalismo económico en el centro del debate.
Entre los gigantes más afectados destacan Netflix y Disney. Ambos tienen modelos de producción altamente internacionalizados. Netflix, por ejemplo, ha invertido millones en producciones locales en España, México, Corea del Sur y Alemania. Su catálogo es global por naturaleza, y eso ahora podría volverse en su contra.
Disney, por su parte, ha rodado recientes superproducciones como Mulán o Piratas del Caribe fuera de EE.UU., y muchas veces en alianza con estudios locales. Las plataformas streaming, cuyo crecimiento se basó en la expansión global, ahora enfrentan una posible barrera que podría cambiar sus estrategias de contenido.
¿Proteccionismo o retroceso?
Para algunos analistas, la medida refleja una tendencia proteccionista que Trump ya ha mostrado en otros sectores. En su primer mandato impuso aranceles al acero, aluminio y productos tecnológicos. Ahora, el cine entra al tablero geopolítico como símbolo cultural y económico.
Pero la industria cinematográfica es mucho más que taquilla. Genera millones de empleos directos e indirectos en todo el mundo. Y en la era del streaming, las fronteras se difuminan. Lo que para Trump es “defensa nacional”, para muchos ejecutivos de la industria es una amenaza a la competitividad.
El futuro del entretenimiento, en vilo
Mientras los mercados se ajustan, las productoras revisan sus contratos, y el mundo del entretenimiento observa con atención. Si el arancel se concreta, podría redefinir la manera en que se produce cine y series en la próxima década.
Trump, fiel a su estilo, ha vuelto a lanzar una bomba mediática que obliga a Hollywood a tomar postura. Y lo que está en juego no es solo dinero: es la hegemonía cultural de Estados Unidos en una industria que, hasta ahora, no conocía fronteras.
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