Estas creaciones, producidas y lanzadas desde interfaces de IA, se viralizan sin que se conozca quién las hace ni cómo. A diferencia de Deezer, Spotify no identifica las canciones generadas con inteligencia artificial, lo que añade opacidad a un fenómeno que crece rápidamente.
El productor Leo Sidran, ganador del Óscar, advierte:
“En un futuro cercano, veremos surgir mucha música sobre la que no podremos decir quién la hizo o cómo se creó”.
Para él, la popularidad de estas bandas artificiales demuestra “lo predecible y común” que se ha vuelto gran parte de la música comercial.
Además, esta tendencia acentúa la diferencia entre la escucha pasiva y la escucha activa, explica el productor Yung Spielburg. La primera ocurre mientras cocinamos o trabajamos; en esos casos, “no importa quién es el artista”. La segunda requiere atención y compromiso emocional.
“Si los programas de IA se vuelven lo bastante buenos para que el público no note la diferencia en la escucha pasiva, las empresas usarán música generada porque no deben pagar derechos”, anticipó Spielburg en el podcast Imagine AI Live.
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